viernes, 12 de diciembre de 2014

Eres tú.

Esta foto pertenece a Elena Cabezas.
Un día me encontré a alguien como tú. 
Como tú delante delante mío. Como tú cuando llevabas aquella melena caoba que pintaba todas las paredes de mi habitación, blanca. No puedo describirte. Mejor, sí puedo. Lo hago cada vez que cierro los ojos. Cuando te veo dentro de mí. Cómo si fueses un cuadro que cuelga en la pared del salón, pero más adentro. Puedo dibujarte y pintarte. Aunque, no sé si acertaría toda la gama de colores que te caracterizaba. La tonalidad de tu piel rosada. O el color de tus ojos. Ya no sé si eran marrones o verdes, o si con la luz cambiaban de color. Lo que si sé era el color exacto de tus labios, tiernos y carnosos, rojos y brillantes. Cómo temblaban cuando tenías algo emocionante que contarme, cuando te ponías nerviosa y te mordías el labio inferior, decías que así parecías de una película, un cliché creo que lo llamabas. A mi me hacía gracia escucharte decir palabras en francés, sonaba todo como más auténtico. Como si estuviésemos en medio de algo importante, de algo que íbamos a recordar siempre. 
Y yo sí que lo recuerdo. Recuerdo perfectamente lo que llevabas la última vez que te vi. Y todas las palabras que pronunciaste, lo que no sé es si hasta entonces hablábamos el mismo idioma. No sé si hablabas deprisa para que no te entendiera o es que era un idioma que no sabía que hablabas. Pero recuerdo cada sílaba, recuerdo repetírmelo incluso aunque no lo entendiese. Pensaba que así acabaría sabiendo el significado. Recuerdo memorizarlo, preguntar por ahí si los demás lo entendían. Pero nada. Nadie decía nada. Todos me sonreían y me daban una palmada en la espalda, como si no fuese importante. Creo que querían que lo olvidara, que olvidase tus palabras. Todo. 

Aquella fue la última vez. La última vez. Qué raro suena ahora. Que raro es volverte a recordar a diez mil kilómetros de distancia, de distancia de dónde estés. 

Un día me encontré a alguien como tú. Creo que me sonrió. 

jueves, 27 de marzo de 2014

Paredes desnudas

Lisboa'14
Hemos vuelto a hacerlo. Hemos vuelto a caminar despacio, a cogernos de la mano. A temblar de emoción, de placer. Hemos vuelto a acurrucarnos en el salón, en el vértice de la cama, a revolotear entre las sábanas, a saltar descalzos encima del colchón.

Hemos salido a fuera a bebernos el mundo, a empaparnos de amor, del amor que nos esperaba en otras ciudades, a bailar conscientes bajo la lluvia, a dejar que nos importe poco el que dirán. A cambiar la ruta planificada demasiadas veces para acordarnos del principio. A saltarnos el final e implantar principios. El principio de dejarlo todo a la duda, a la noche, al tiempo. A la magia del momento. A la oportunidad. Perdernos por ciudades infinitas, por calles llenas de balcones de flores, llegar sin aliento a lo más alto. Encontrarnos con miradores que dejan sin aliento, visitar ciudades con los ojos cerrados.

Hemos vuelto a compartir lunas, esperanzas, anocheceres. A ver el mar en otros países, ver como rompe con fuerza, como se lo lleva todo, como le arranca la razón a cualquiera. Has vuelto a convertirte en mar, a robarme el corazón cada noche. A perder la cordura en tus huesos, a embriagarnos de amor y no poder parar de bebernos, de abrazarnos, no en la oscuridad del salón, también en los amaneceres. A quitarnos la ropa y abrazarnos desnudos.

Has vuelto a hacerlo. Has vuelto a cogerme de la mano. He vuelto a desear el mañana contigo, he vuelto a querer planificar mis viajes contigo, a sorprenderte, a contarte mentiras que son verdades, he vuelto a imaginarnos corriendo en medio de un campo lleno de amapolas. A que el sol borre por fin mis sentimientos de invierno. He vuelto a pensar que no necesito escribirte una canción de amor para decirte que puedes quedarte aquí, siempre. 

Que tu alma con mis dedos, 
decirte adiós es el mayor de mis miedos.
(Dani Flaco)

lunes, 10 de febrero de 2014

La forma en cómo nos perdimos

Embalse Es Grado'14
Seis años sin vernos. 
¡Y pensar que antes no podíamos pasar ni un día separados! y ahora hemos reconstruido nuestras vidas con personas ajenas. Jamás nos habíamos visto, o tal vez no nos recordábamos así. Así dispuestos a sernos extraños, a olvidar nuestros gestos, a olvidar nuestros defectos.
Nos han presentado como si jamás nos hubiéramos visto, ¡qué extrañeza!  Como si los años que vivimos juntos hubiesen desaparecido. Como si no hubieran contado. ¿Qué saben los demás de nosotros?
Seguro que ella no se ha fijado de qué color son tu ojos por la mañana, ni del porqué de tu ritual del café, ni en como te quitabas las zapatillas al salir de la cama para no hacer ruido. No saben que se te hace un nudo en la garganta por los nervios de hablar en público, ni las horas que dedicas a aprender nuevas técnicas de trabajo. No saben las noches sin dormir que hemos compartido, ni el olor a menta de tu jabón preferido. Ni que te gustaba escuchar a artistas latinos mientras viajábamos en coche. Seguro que no conocen todas las historias que hemos vivido, ni las veces que me reído contigo, ni cuando nos inventábamos idiomas para parecer más cultos. Apuesto a que ella no sabe tocarse el codo con la lengua.

Entonces, en medio de la calle, sin ningún motivo aparente, sin que parezca que verdaderamente nos conocemos de algún sitio, quizá de algún pub o de habernos visto en alguna tienda del Raval, te tocas el codo con la lengua, ¡me has leído el pensamiento! Nos miramos, y explotamos de risa. Nos preguntan que qué pasa. Que de qué nos reímos. Pero eso no puede explicarse. No pueden conocernos del todo. Eso es lo que dijiste tú una vez. Qué nadie podría conocerme como tú lo hacías. 
Cinco minutos después se despiden. Nos despedimos. 
Es como si no nos hubiésemos encontrado nunca. 
Me giro. 

jueves, 30 de enero de 2014

Distrayendo a la razón

Yo pensaba que una vez habías descubierto el arte de escribir ya lo tenías para toda la vida. Pero se ve que no. No será porque no lea, porque ahora estoy más inmersa en ello que en toda mi vida. Debe ser porque no tengo tantos estímulos positivos, y por lo tanto no me hacen soñar como antes. Aunque claro, de lo malo también puede hacerse poesía. 
El caso es que no sé que escribir, ni sobre qué, ni cómo, ni por dónde empezar. Hay días que me noto más inspirada y creo tener la capacidad de retener ideas en mi mente para luego transmitirlas aquí, pero luego me da por hacer una cosa diferente, voy a trabajar y ya se me olvida todo. Cuando vuelvo ya no sé ni por donde estaba ni que tenía que escribir. Un desastre! Otras veces yo misma me siento amenazada por no poder escribir. Por no obligarme a visitar el blog más a menudo y leer los blogs de otra gente haber si así me entra la vena creativa, pero me da pereza ponerme a ello. 
Quizá es que necesito un "retiro" momentáneo, pero me da un "nosequé" haber de abandonar por un tiempo el blog, después de haber estado tan enganchada en ocasiones a él y haber disfrutado tanto en contar y relatar historias que me he inventado o que he vivido a lo largo de los cuatro-cinco años de vida. 
Puede ser que cuando vuelva a disfrutar de un fin de semana en condiciones o a respirar aire puro un domingo o a dar un paseo de la mano del chico más molón del mundo con tiempo (sobretodo) vuelvan a activarse mis neuronas y decida volver a empezar. Así que si veis que no estoy mucho por aquí, perdonad mi ausencia. 

Dicen que finjo o miento
Todo lo que escribo. No.
Yo simplemente siento
Con la imaginación.
No uso el corazón.
(Dicen que finjo o miento-Pessoa)